Por Acela Caner Román
El primer día de enero de 1959, Cuba amanecía con la noticia de la huida del dictador Fulgencio Batista. Dos años y 13 días habían transcurrido desde que Fidel Castro Ruz, con solo 7 fusiles, reiniciara la lucha armada en las montañas de la Sierra Maestra. Las decisiones políticas y militares del líder cubano a lo largo de casi 25 meses de combate le habían permitido mantener la unidad de las fuerzas revolucionarias y conformar la aplastante victoria sobre el ejército de la tiranía. Las maniobras de última hora del imperialismo norteamericano para frustrar el triunfo revolucionario, entre las que descuella el golpe de militar, no pudieron impedir que el Comandante en Jefe del Ejército Rebelde derrotara la conjura y marchara hacia la capital provincial para ratificar su promesa de que los mambises entrarían en Santiago porque nada ni nadie podría escamotearle el triunfo a la Revolución. Al cumplirse 55 años de aquellos acontecimientos, recopilamos momentos del primer día de 1959 que permiten apreciar las cualidades políticas y militares de Fidel y, especialmente, su capacidad para actuar ante situaciones complejas y tomar decisiones adecuadas en contra de la lógica y los pronósticos del enemigo que, a través de toda la vida, le han permitido convertir los reveses en victorias. Pocas horas antes de que finalizara el 1958, en la última intervención hecha por Fidel Castro a través de las ondas de Radio Rebelde, expresó: […] Hoy vengo a decirle a nuestro pueblo que la Dictadura está vencida. Es posible que la caída de Batista sea cuestión ya de 72 horas. A estas horas luce evidente que el régimen no puede resistir por más tiempo. Las fuerzas que lo defienden se están resquebrajando en todas partes. El Ejército Rebelde tiene 10 mil soldados de la tiranía copados en la provincia de Oriente. Sin embargo, yo tengo que hablarle hoy muy claramente al pueblo [...]. Hay muchos intereses que están tratando de evitar el triunfo pleno de la Revolución. Le quieren escamotear al pueblo y al Ejército Rebelde la Victoria. Altos oficiales del Ejército que han estado sirviendo [a] la odiosa tiranía durante siete años, convencidos de que si la guerra dura 15 días más nuestras fuerzas hacen rendir a todas las guarniciones de la Isla, [...][1] Tal como lo había alertado Fidel, en la madrugada del primero de enero de 1959, el dictador Fulgencio Batista, con la anuencia del embajador de los Estados Unidos y el apoyo de sus acólitos, intenta hacer efectivo un nuevo golpe contra el pueblo cubano cuando, tras un melodramático discurso, plantea su renuncia a la presidencia de Cuba y el general Eulogio Cantillo toma el mando de las Fuerzas Armadas. El bochornoso momento fue recogido en un documento que decía: En la ciudad de La Habana, a primero de enero de 1959, reunidos en el despacho del Presidente de la República, en la Ciudad Militar, los firmantes de esta acta, hacen constar las manifestaciones del señor Presidente de la República, mayor general Fulgencio Batista y Zaldívar, quien espontáneamente expone: Que en la madrugada de este día se le presentan en su residencia los altos jefes militares que tienen a su mando jefaturas máximas notificándoles la imposibilidad de restablecer el orden, considerando grave la situación que confronta el país, y porque, digo, y que apelando a su patriotismo y su amor al pueblo, resigna su mandato. Expresó además que en igual o parecida forma se habían dirigido a él altos representativos de la iglesia y de la industria del azúcar y de los negocios nacionales. Que teniendo en cuenta las pérdidas de vida, los daños materiales a la propiedad y el perjuicio evidente que se viene haciendo a la economía de la República y rogando a Dios que ilumine a los cubanos para poder vivir en concordia y en paz, resigna sus poderes de presidente de la República, entregándolos a su sustituto constitucional. Ruega al pueblo —dice— que se mantenga dentro del orden […] se dirige a todos los miembros de las fuerzas armadas y a los agentes de la autoridad, para que obedezcan y cooperen con el nuevo gobierno y con las jefaturas de los cuerpos armados, del que se ha hecho cargo el mayor general Eulogio Cantillo y Porras.[2] El documento fue firmado por el tirano Fulgencio Batista Zaldívar; Anselmo Alliegro, sustituto constitucional; Francisco Tabernilla Dolz, jefe del Estado Mayor Conjunto; José Rodríguez Calderón; Roberto Fernández Miranda; Pedro Rodríguez Ávila; Juan Rojas González; Luis Robaina Piedra; Pilar García García y Francisco Tabernilla Palmero. En virtud de la renuncia de Anselmo Alliegro, asume la jefatura del Estado Carlos Manuel Piedra Piedra, magistrado de mayor edad del Tribunal Supremo de Justicia. Cerca de las 8:30 de la mañana, Fidel Castro conoce del golpe de Estado y así lo relata: Yo me encontraba en el central América. En esos momentos estaba preparando las tropas para avanzar sobre Santiago de Cuba, cuando me informan de que había dicho Radio Progreso que Batista se había ido. Claro que no era totalmente una sorpresa, porque el día antes yo le había enviado un ultimátum anunciándole que se rompían las hostilidades, y lo había enviado a la plaza de Santiago de Cuba para que se lo comunicaran a Cantillo porque él ya… yo me di cuenta de la traición […] Ya se estaban situando los morteros contra el aeropuerto de Santiago de Cuba y ya teníamos una gran cantidad de minas que les íbamos a situar entre el aeropuerto y la ciudad. La combinación era cortar en primer lugar las comunicaciones, que fue como se hizo el plan: tomar el aeropuerto y obstruccionar la bahía; teníamos también medios de hundir barcos allí, pero eso hubiera podido provocar alguna fricción internacional y la pérdida de muchos millones; los cañones se los íbamos a colocar a 300 metros de donde tenían que pasar los barcos. Entonces ya estaban las tropas situándose en sus posiciones; íbamos a batir primero los salientes que tenían cerca de Santiago de Cuba. En eso estábamos, cuando por la mañana el día primero me dicen que Radio Progreso había informado que Batista había huido para Santo Domingo. Y como siempre dicen tantas bolas, hay veces que la gente oye una cosa… y por lo general uno siempre oye cómo se produce una noticia, e inmediatamente la manda a comprobar. A la media hora se comprobó la noticia de que Batista había huido, y que había habido una Junta, y que Carlos Manuel Piedra era presidente. Yo de inmediato, sin perder un minuto, redacté las declaraciones, no tardé apenas una hora en redactar las declaraciones y salir a donde estaba la planta móvil.[3] Pocos minutos después, el Comandante en Jefe arriba a Palma Soriano y se dirige al sitio donde se encuentra instalada la planta de Radio Rebelde. A su entrada, los compañeros de la emisora le informan que, desde La Habana, el general Eulogio Cantillo le ha estado llamando insistentemente porque desea hablar con él. Fidel los mira y rápidamente les dice: “Yo no estoy loco; ustedes no se dan cuenta de que los locos son los únicos que hablan con cosas inexistentes, y como Cantillo no es el jefe del Estado Mayor del Ejército, yo no voy a hablar con cosas inexistentes, porque no estoy loco. Todo el poder es para la Revolución”.[4] El pueblo de Cuba, con una alegría nunca antes experimentada, espera las declaraciones del Jefe de la Revolución. La voz del locutor, repite una y otra vez: Aquí… Radio Rebelde desde las puertas de Santiago de Cuba, hablando en nombre del Movimiento 26 de Julio y del Ejército Rebelde. Pueblo de Cuba: el tirano ha huido, los principales asesinos se han dado a la fuga más precipitada ante el empuje incontenible del Ejército Rebelde. Los mismos que lo sostuvieron hasta ayer pretenden sustituirle. Se ha constituido una junta militar. Ahora más que nunca el pueblo tiene que estar alerta y mantenerse unido a la Revolución y dispuesto a declarar la huelga general revolucionaria en el mismo instante que se le ordene. ¡Jamás aceptaremos una junta militar! Dentro de poco el líder de la Revolución y Comandante en Jefe del Ejército Rebelde se dirigirá al pueblo de Cuba en trascendentales pronunciamientos. Las estaciones de radio de La Habana deben ponerse en sintonía y hacer una cadena con Radio Rebelde para transmitir nuestras orientaciones. El Ejército Rebelde y el Movimiento 26 de Julio deben actuar en consecuencia. La Revolución no podrá ser escamoteada. Ahora es más fuerte que nunca. Esperen las palabras de Fidel Castro dentro de poco. Los trabajadores de todas las estaciones de radio y de televisión ponen sus plantas en sintonía con Radio Rebelde. El locutor anuncia la presencia de Fidel Castro quien toma el micrófono para trasmitir instrucciones precisas a los comandantes del Ejército Rebelde y al pueblo: Cualesquiera que sean las noticias procedentes de la capital, nuestras tropas no deben hacer alto al fuego por ningún concepto. Nuestras fuerzas deben proseguir sus operaciones contra el enemigo en todos los frentes de batalla. Acéptese solo conceder parlamento a las guarniciones que deseen rendirse. Al parecer se ha producido un golpe de Estado en la capital. Las condiciones en que este golpe se produjo son ignoradas por el Ejército Rebelde. El pueblo debe estar muy alerta y atender solo las instrucciones de la Comandancia General. La dictadura se ha derrumbado como consecuencia de las aplastantes derrotas sufridas en las últimas semanas, pero eso no quiere decir que sea ya el triunfo de la Revolución. Las operaciones militares proseguirán inalterablemente mientras no se reciba una orden expresa de esta comandancia, la que solo será emitida cuando los elementos militares que se han alzado en la capital se pongan incondicionalmente a las órdenes de la jefatura revolucionaria. ¡Revolución, sí; golpe militar, no! ¡Golpe militar de espaldas al pueblo y a la Revolución, no, porque solo serviría para prolongar la guerra! ¡Golpe de Estado para que Batista y los grandes culpables escapen, no, porque solo serviría para prolongar la guerra! ¡Golpe de Estado de acuerdo con Batista, no, porque solo serviría para prolongar la guerra! ¡Escamotearle al pueblo la victoria, no, porque solo serviría para prolongar la guerra hasta que el pueblo obtenga la victoria total! Después de siete años de lucha la victoria democrática del pueblo tiene que ser absoluta para que nunca más se vuelva a producir en nuestra patria un 10 de marzo. Nadie se deje confundir ni engañar. Estar alerta es la palabra de orden. El pueblo y muy especialmente los trabajadores de toda la república deben estar atentos a Radio Rebelde, y prepararse urgentemente en todos los centros de trabajo para la huelga general, para iniciarla apenas se reciba la orden, si fuese necesario, para contrarrestar cualquier intento de golpe contrarrevolucionario. ¡Más unidos y firmes que nunca deben estar el pueblo y el Ejército Rebelde para no dejarse arrebatar la victoria que ha costado tanta sangre![5] Radio Rebelde no detiene sus trasmisiones. Desde esta pequeña planta que ha multiplicado su potencia, los principales jefes del Ejército Rebelde reciben directamente las instrucciones militares que les dicta el Comandante en Jefe: Al comandante Víctor Mora, jefe de la provincia de Camagüey, se le ordena el avance sobre todas las ciudades, rindiéndolas por las armas con la cooperación del pueblo y jefes militares honrados del ejército enemigo con tropas bajo su mando. El comandante Mora debe cerrar todas las vías de acceso a las poblaciones, especialmente las de la Carretera Central y las de las carreteras de Santa Cruz del Sur y Nuevitas a Camagüey. El comandante Camilo Cienfuegos con su gloriosa Columna Invasora N.0 2, debe avanzar sobre la ciudad de La Habana, para rendir y tomar el mando del Campamento Militar Columbia. El comandante Ernesto Che Guevara ha sido investido del cargo de jefe del Campamento Militar de La Cabaña, y, en consecuencia, debe avanzar con sus fuerzas sobre la ciudad de La Habana, al paso que rinda las fortalezas de Matanzas. También se ha impartido instrucciones al comandante Aníbal para que conmine la rendición de las fuerzas de Mayarí, al comandante Raúl Castro la rendición de Guantánamo y a los comandantes Sardiñas y Gómez Ochoa las de Holguín y Victoria de las Tunas. Se ordena a estos mandos el mantenimiento del mayor orden en las ciudades que se rindan y el apresamiento inmediato para ser sometidos a juicios sumarísimos, de todos los culpables de la actual situación. El Comandante Escalona, jefe militar de Pinar del Río, debe actuar en consecuencia, de acuerdo con las instrucciones precedentes.[6] Después de su alocución por Radio Rebelde, las columnas 1, 3, 9 y 10 –bajo el comando directo del Comandante en Jefe– avanzan hacia la capital de Oriente. Todo sucede de manera vertiginosa. Fidel, lo relata. Entonces, nosotros movimos inmediatamente las tropas para Santiago de Cuba. A Santiago había que atacarlo de todas maneras ese día, porque de lo contrario podía consolidarse aquel golpe. Sobre las dos de la tarde yo estaba muy preocupado con las noticias que venían de La Habana en el sentido de que… usted sabe lo que en esos momentos confusos, la prensa internacional puedo considerarla prensa engañada, la opinión pública puede ser confundida. Pero ya se había leído la proclama mía, que salió por CMQ y por Radio Progreso […] inmediatamente me reuní con los compañeros de la dirección del Movimiento y acordamos dar la orden de huelga general para el día siguiente, y la de Santiago la dimos para las tres de la tarde, y un ultimátum a la ciudad para las 6 de la tarde. Si no deponían las armas, nosotros atacábamos.[7] Los cubanos no se pierden las noticias. Esperan cada uno de los pronunciamientos de Fidel Castro. Radio Rebelde, en cadena con otras emisoras, trasmite las nuevas orientaciones del Comandante en Jefe. Al pueblo de Cuba y especialmente a todos los trabajadores: Una junta militar en complicidad con el tirano, ha tomado el poder para asegurar su huida y la de los principales asesinos, e intenta frenar el impulso revolucionario que os escamotee la victoria. El Ejército Rebelde proseguirá su arrolladora campaña, aceptando solo la rendición incondicional de las guarniciones militares. El pueblo de Cuba y los trabajadores deben inmediatamente prepararse para que el día 2 de enero se inicie en todo el país la huelga general, apoyando a las armas revolucionarias y garantizar así la victoria total de la Revolución. Siete años de lucha heroica, miles de mártires cuya sangre se ha derramado en todos los ámbitos de Cuba, no van a servir para que los mismos que hasta ayer fueron cómplices y responsables de la tiranía y sus crímenes, sigan mandando en Cuba. Los trabajadores cubanos, orientados por la sección obrera del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, deben en el día de hoy tomar todos los sindicatos mujalistas y organizarse en las fábricas y centros laborales para iniciar al amanecer de mañana la paralización total del país. Batista y Mujal han huido. Pero sus cómplices se han quedado con el mando en el ejército y los sindicatos. Golpe de Estado para traicionar al pueblo, no. Esto sería prolongar la guerra. Hasta que Columbia no se rinda, no habrá terminado la guerra. Esta vez nada ni nadie podrá impedir el triunfo de la Revolución. Cubanos: Por la libertad, por la democracia, por el triunfo pleno de la Revolución, ¡ A la huelga general revolucionaria en todos los territorios no liberados![8] A las puertas de Santiago de Cuba, Fidel Castro vuelve nuevamente a los micrófonos de Radio Rebelde con importantes declaraciones dirigidas el pueblo de Santiago de Cuba: Santiagueros: la guarnición de Santiago de Cuba está cercada por nuestras fuerzas. Si a las seis de la tarde del día de hoy no han depuesto las armas, nuestras tropas avanzarán sobre la ciudad y tomarán por asalto las posiciones enemigas. A partir de las seis de la tarde de hoy, queda prohibido todo tráfico aéreo o marítimo en la ciudad. Santiago de Cuba: los esbirros que han asesinado a tantos hijos tuyos no escaparán como escaparon Batista y los grandes culpables, en combinación con los oficiales que dirigieron el golpe amañado de anoche. Santiago de Cuba: Aún no eres libre. Ahí están todavía en tus calles los que te han oprimido durante siete años, los asesinos de cientos de tus mejores hijos, la guerra no ha terminado porque aún están armados los asesinos. Los militares golpistas pretenden que los rebeldes no puedan entrar en Santiago de Cuba. Se prohíbe nuestra entrada en una ciudad que podemos tomar con el valor y el coraje de nuestros combatientes como hemos tomado otras muchas ciudades. Se quiere prohibir la entrada en Santiago de Cuba a los que han liberado a la patria; la historia del 95 no se repetirá, esta vez los mambises entrarán hoy en Santiago de Cuba. Santiago de Cuba: contamos con tu apoyo. Desde hoy a las tres de la tarde la ciudad debe quedar totalmente paralizada. Todo el mundo debe abandonar su trabajo en solidaridad con los combatientes que te van a liberar. Solamente la planta eléctrica debe continuar laborando para que el pueblo pueda orientarse a través de sus radios. Santiago de Cuba: repetimos, serás libre porque te lo has ganado y porque no es justo que los soldados de la tiranía continúen hollando con sus botas esas calles que ha bañado tantas veces la sangre revolucionaria.[9] El Comandante en Jefe se dirige al alto del Escandel. Allí, establece la Comandancia General del Ejército Rebelde y hace contacto con un capitán que está situado en El Caney, quien se comunica con el jefe de la guarnición de Santiago y coordina una entrevista. En horas de la tarde, el coronel José M. Rego Rubido, jefe de la plaza de Santiago de Cuba, arriba al Escandel donde le espera el Comandante en Jefe. Fidel Castro le plantea que desea invitar a todos los oficiales de la plaza para que se reúnan con el Ejército Rebelde en el Escandel. Entonces, Rego Rubido le expresa su temor de que ellos no acepten y le plantea que ese encuentro solo será posible si un alto representante del mando rebelde se reúne previamente con la oficialidad en Santiago. De inmediato, el comandante Raúl Castro se ofrece para esa misión y Fidel acepta. Poco después, Raúl Castro, solamente acompañado por el capitán Raúl Guerra Bermejo,Maro, entra al cuartel Moncada donde fueron asesinados muchos de sus compañeros de la Generación del Centenario. Esta vez, no entró con las manos esposadas. En esta oportunidad, el comandante guerrillero es recibido por una multitud de soldados enemigos que lo aclaman. La reunión se efectúa en el patio central de la fortaleza militar. Raúl habla con los oficiales del ejército, la Marina de Guerra y la policía y, entre otras cosas, les dice que Batista se había fugado por la madrugada, que los principales culpables de la situación habían huido y los abandonaron a su propia suerte. Les expresa que ya iba siendo hora de cesar ese derramamiento de sangre entre hermanos y que podían contar con la generosidad del Ejército Rebelde. Añadió que cumplía instrucciones de Fidel, quien invitaba a los principales jefes de las guarniciones de Santiago de Cuba a reunirse con él en el Escandel. Raúl terminó diciendo: “Aquí no hay vencedores ni vencidos, la única que ha ganado es Cuba». Cerca de las siete de la noche, en el Escandel, se realiza la reunión con la oficialidad de la plaza de Santiago de Cuba con el Comandante en Jefe. El propio Fidel narra este acontecimiento. Reuní a aquellos militares y les hablé de nuestros sentimientos revolucionarios, les hablé de nuestros propósitos con nuestra patria, les hablé de lo que queríamos para el país, de cuál había sido siempre nuestra conducta con los militares, de todo el daño que le había hecho la tiranía al ejército y cómo no era justo que se considerase por igual a todos los militares; que los criminales solo eran una minoría insignificante y que había muchos militares honorables en el ejército que yo sé que aborrecían el crimen, el abuso y la injusticia […] El hecho cierto es que recabé el apoyo de la oficialidad del ejército en Santiago de Cuba, y la oficialidad del ejército en Santiago de Cuba le brindó su apoyo incondicional a la Revolución Cubana. Reunidos los oficiales de la marina, de la policía y del ejército, se acordó desaprobar el golpe amañado de Columbia y apoyar al gobierno legal de la república, porque cuenta con la mayoría de nuestro pueblo, que es el doctor Manuel Urrutia Lleó, y apoyar la Revolución Cubana. Gracias a esa actitud se ahorró mucha sangre; gracias a esa actitud se ha gestado de verdad, en la tarde de hoy, un verdadero movimiento militar revolucionario.[10] Muy tarde en la noche de ese primer día de enero, miles de personas se congregan en el Parque Céspedes. Desde el balcón del Ayuntamiento santiaguero, el máximo líder de la Revolución inicia su discurso diciendo: Compatriotas de toda Cuba ¡Al fin hemos llegado a Santiago! Duro y largo ha sido el camino, pero hemos llegado. Se decía que hoy a las dos de la tarde se nos esperaba en la capital de la república; el primer extrañado fui yo, porque yo fui uno de los primeros sorprendidos con ese golpe traidor y amañado de esta mañana en la capital de la república. Además, yo iba a estar en la capital de la república, o sea, en la nueva capital de la república, porque Santiago de Cuba será —de acuerdo con el deseo del presidente provisional, de acuerdo con el deseo del Ejército Rebelde y de acuerdo con el deseo del pueblo de Santiago de Cuba, que bien se merece—, Santiago de Cuba será la capital provisional de la república. Tal vez la medida sorprenda a algunos, es una medida nueva, pero por eso ha de caracterizarse precisamente la Revolución, por hacer cosas que no se han hecho nunca. Cuando hacemos a Santiago de Cuba capital provisional de la república, sabemos por qué lo hacemos. No se trata de halagar demagógicamente a una localidad determinada; se trata, sencillamente, de que Santiago ha sido el baluarte más firme de la Revolución. La Revolución empieza ahora, la Revolución no será una tarea fácil, la Revolución será una empresa dura y llena de peligros, sobre todo en esta etapa inicial; y ¿qué mejor lugar para establecer el gobierno de la república que en esta fortaleza de la Revolución? Para que se sepa que este va a ser un gobierno sólidamente respaldado por el pueblo, en la ciudad heroica y en las estribaciones de la Sierra Maestra —porque Santiago está en la Sierra Maestra—, en Santiago de Cuba y en la Sierra Maestra, tendrá la Revolución sus dos mejores fortalezas. Pero hay, además, otras razones: el Movimiento Militar Revolucionario, el verdadero Movimiento Militar Revolucionario, no se hizo en Columbia; en Columbia prepararon un “golpecito” de espaldas al pueblo, de espaldas a la Revolución, y sobre todo, de acuerdo con Batista. Puesto que la verdad hay que decirla, y puesto que venimos aquí a decirla al pueblo, les digo, les aseguro que el golpe de Columbia fue un intento de sabotearle al pueblo el poder, de sabotearle el triunfo a la Revolución; y además, para dejar escapar a Batista, para dejar escapar a los Tabernilla, para dejar escapar a los Pilar García, para dejar escapar a los Salas Cañizares y a los Ventura. El golpe de Columbia fue un golpe ambicioso y traidor, y no merece otra calificación. Nosotros sabemos llamar las cosas por sus nombres y atenernos además a las responsabilidades. No voy a andar con “paños calientes” para decirles que el general Cantillo nos traicionó, y no es que lo voy a decir, sino que lo voy a probar. Pero, desde luego, lo habíamos dicho siempre: “no vayan a tratar a última hora de venir a resolver esto con un golpecito militar, porque si hay golpe militar de espaldas al pueblo, nuestra Revolución seguirá adelante”. Esta vez no se frustrará la Revolución. Esta vez, por fortuna para Cuba, la Revolución llegará de verdad a su término; no será como en el 95, que vinieron los americanos y se hicieron dueños de esto, intervinieron a última hora y después ni siquiera dejaron entrar a Calixto García, que había peleado duran te 30 años, no lo dejaron entrar en Santiago de Cuba; no será como en el 33, que cuando el pueblo empezó a creer que la Revolución se estaba haciendo vino el señor Batista, traicionó la Revolución, se apoderó del poder e instauró una dictadura feroz aquí; no será como en el 44, año en que las multitudes se enardecieron creyendo que al fin el pueblo había llegado al poder. ¡Y los que llegaron al poder fueron los ladrones! ¡Ni ladrones, ni traidores, ni intervencionistas, esta vez sí que es una Revolución![11] Ya es la madrugada del 2 de enero cuando Fidel concluye su discurso y el doctor Manuel Urrutia Lleó presta juramento y se dirige al pueblo en su condición de presidente provisional del gobierno Revolucionario. Han transcurrido cinco años, cinco meses y cinco días del asalto a la fortaleza del Moncada cuando, finalizando esta histórica concentración, una columna de tanques e infantería provenientes del cuartel Moncada, desfila en sincero homenaje frente al jefe de la Revolución y al nuevo presidente. Con las primeras luces de la alborada del 2 de enero de 1959, los santiagueros regresan a sus hogares. Poco después, Fidel parte rumbo a La Habana al frente de una caravana del Ejército Rebelde. Hay un largo camino por recorrer pero la libertad y la independencia han sido conquistadas. [1] Fidel Castro: La Contraofensiva Estratégica. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, 2010, pp. 364-365. [2] Periódico Revolución, 2 de enero de 1959, p. 2. [3] Entrevista a Fidel Castro Ruz en Camagüey por CMQ, 4 de enero de 1959, Centro de Documentación CC PCC, pp. 9-10. [4] Reinaldo Suárez Suárez: Un insurreccional en dos épocas. Con Antonio Guiteras y Fidel Castro, Editorial de Ciencias Sociales, 2001, pp. 280-281. [5] Periódico Granma, Suplemento Especial, 9 de marzo de 1973, p. 29. [6] Ibídem. [7] Entrevista a Fidel Castro Ruz en Camagüey por CMQ, 4 de enero de 1959, Centro de Documentación CC PCC, p. 11. [8] Periódico Revolución, 26 de julio de 1962, p. 8. [9] Periódico Granma, Suplemento Especial, 9 de marzo de 1973, p. 29. [10] Fidel Castro Ruz: Discurso pronunciado el 1ro de enero de 1959, documento citado, pp. 21-23. [11] Ibídem, pp.1-3. [R1]Parece que faltan palabras Lahistoriabiencontada
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